martes, 11 de agosto de 2015

Dios nos habla del quinto lamento



Recuerda, Señor, lo que nos ha pasado; míranos, ve como nos ofenden. Todos lo nuestro está ahora en manos de extranjeros; ahora nuestras casas son de gente extraña. Estamos huérfanos, sin padre; nuestras madres han quedado como viudas. Nuestra propia agua tenemos que comprarla; nuestra propia leña tenemos que apagarla. Nos han puesto un yugo en el cuello; nos casamos, y no nos dejan descansar. Para llenarnos de pan, tendemos la mano a los egipcios y a los asirios. Nuestros padres pecaron, y ya no existen y nosotros cargamos con sus culpas. Ahora somos dominados por esclavos y no hay quien nos libre de sus manos. El pan lo conseguimos a riesgo de la vida y a pesar de los guerreros del desierto. La piel nos arde como un horno, por la fiebre que el hambre nos causa.  En Sion y en las ciudades de Judá mujeres y niñas han sido deshonradas. Nuestros jefes fueron colgados de las manos, los ancianos no fueron respetados. A los hombres más fuertes los pusieron a moler; los jóvenes cayeron bajo el paso de la leña. Ya no hay ancianos a las puertas de la ciudad; ya no se escuchan canciones juveniles. Ya no tenemos alegría en el corazón; nuestras danzas de alegría acabaron con tristeza. Se nos cayó de la cabeza la corono ¡hay de nosotros que hemos pecado!
Por eso tenemos enfermo el corazón; por eso se nos nubla la vista. El monte de Sión, es un montón de ruinas; en él van y vienen las zorras. Pero tú señor, por siempre reinaras; ¡siempre estarás en un trono! ¿Por qué ha de olvidarnos por siempre? ¿Por qué ha de olvidarnos tanto tiempo? ¡Haznos volver a ti Señor y volveremos ¡ ¡Haz que nuestra vida sea otra vez lo que antes fue! Pero tú nos has rechazado por completo; mucho ha sido tu enojo con nosotros.

Es palabra de Dios, que alabamos Señor.

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