Por eso suplique a Dios, y me concedió prudencia, le pedí a espíritu
de sabiduría, y me lo dio. La preferí a los cetros y los tronos; en comparación
con ella, tuve en nada la riqueza. Ninguna piedra preciosa me pareció igual a
ella, pues frente a ella todo el oro, es como un puñado de arena, y la plata
vale tanto como el barro.
La amé más que a la salud y la belleza, la preferí a la luz
del día, porque su brillo no se apaga. Con ella me vinieron a la vez todos los bienes, pues me trajo incalculables
riquezas; gocé de todos esos bienes, porque la sabiduría los gobierna, aunque
no sabía que es madre de todos ellos. Los alcance sin malicia, y la comparto
sin envidia; no escondo para mí su riqueza. La sabiduría, es para los hombres
un tesoro inagotable; quien sabe usar de ella, logra la amistad de Dios, porque
ella con sus enseñanzas le sirve de recomendación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario